lunes, 11 de junio de 2007

Nosotros dos aun… cuatro breves inmolaciones o sobre algunas compañeras de ruta (como el fuego, que camina conmigo…)



Cuarta inmolación y final: Mi pequeña, pero no por ello menos emotiva, divina comedia

A la extraña pecosa que me manda mensajes mientras estoy en misa, que me regalo, sin yo merecerlo un hermoso sábado mas no una tan hermosa película… pero también a FranÇoise Trauffat y todos mis inmolados, que quedan en el camino y son el polvo con el que hablo, a quienes cuando dudo, y no recuerdo les pregunto,… cuando todos piensan que hablo solo.

Quizás esta sea mi crónica mas intima, también la mas ficticia, en esa donde no se ni me interesa separar la delgada linea roja. Si es de su agrado, las crónicas continuaran. Pero si no lo es, cosa que no me extrañaría ni molestaría en absoluto. Creo que es el mejor final para un ciclo…. Y ya repuntando el lunes y en la belleza extrema de un sol naciente puedo entender mejor lo que ha sido este oficio de escribir, me ayuda a entender lo oscuro que me he vuelto. Y lo mucho que lo disfruto.

En el momento que leen esto tendrán solo una certeza, quien lo escribe lo escribe con una sinceridad absoluta, no de que cosa ocurrió o no ocurrió, sino de que se quiere hacer de escribir una forma de idea, una forma de vida.

Y es que en este juego tan raro que es “el arte”, solo hay tan poco que podemos hacer… la posibilidad de decir, costo un tiempo, pero, aprendí que es importante también tener la modestia de saber que se pueden decir muy pocas cosas sin mentir. Finalmente es ese el arte, no mentir. En todo caso adelante. Si quieren seguimos hablando. Yo sigo escribiendo, ustedes leyendo. Ya saben.

Yo en esto, como en nada, tengo la verdad absoluta

“Creo no haber confundido todavía nunca la ficción con la realidad, aunque si las he mezclado en mas de una ocasión como todo el mundo, no solo los novelistas, no solo los escritores sino cuantos han relatado algo desde que empezó nuestro conocido tiempo, y en ese tiempo conocido nadie ha hecho otra cosa que contar y contar, o preparara y meditar su cuento, o maquinarlo.” Javier Marias, La Negra espalda del tiempo.



1) Infierno: El Hombre que ama a las mujeres.

“Renacer, ser capas de emocionarse y aun ser amado, no alcanzan a constituir una existencia plenamente humana. Hace falta, además, poder ser activo, poder tender deliberadamente la mano a otro para poder obtener calor y afecto, poder atreverse a llenar el foso que hay entre uno y otro, tender la mano y transformar en intimidad la separación física de los cuerpos, amar y no solamente ser amado” Bruno Bettelheim.

Partamos por un hombre, es decir por un nombre: J. C. Moragaux

J. C. Moragaux (de aquí en adelante solo Moragaux) tenia casi veinticinco años (eso, algunas noches lo atormentaba, pero también lo atormentaban algunas noches la revolución que no llega, sus amigos muertos, sus amigos vivos, pero ninguna de estas en demasía, como para no dejarlo leer, o dormir, o soñar… pero había algo que lo atormenta, desde hace un tiempo, de otra naturaleza… que quizás es el único motor de su historia.) Vive, o mejor dicho, habita, una ciudad llamada Beodo, en la capital del Imperio de Buenos Aires. Trabaja como docente universitario, trabajo que le gusta y le da, cada cierto tiempo, algunas victorias intelectuales. Sus investigaciones filosóficas, teológicas, estéticas (parte también de su oficio, aunque, sépanlo bien, su amor verdadero es la literatura, no precisamente escribir, cosa que hace, mal y a desventura de unos, por suerte pocos, lectores y amigos, sino que ama la literatura por ese estado de transpolacion, ese extravió, ese mareo dulce como caer por el agujero de un conejo, que es leer) le producen una verdadera satisfacción, si podemos llamarlo así, pero deja de pensar en ello en tanto franquea la puerta de la Facultad, de los cafés donde encuentra a sus amigos, de las casas donde comparte vinos e insomnio (aunque quizás el afán de leer y de escribir lo acompañan mas de lo que cree, de lo que sabe, de lo que quiere…), en fin, lo olvida rápido, todo eso que de alguna forma “ama” cuadros e queda solo. Y es cuando esta solo donde aparece eso que realmente Ama. Su pasión.

Por que la pasión de Moragaux era exclusiva: La Mujer, Las Mujeres, todas las mujeres.

Para Moragaux, por ejemplo, son las piernas de las mujeres como “compases que recorren, que mesuran, miden, en todos los sentidos, el globo terráqueo, dándole sus equilibrio y su armonía”

No era, no es, y no lo será nunca, una especie de Play Boy o Don Juan, ni mucho menos, ni machismo menos. Moragaux era una especie de cazador, solitario y ansioso, que se deslumbraba tan rápido, que solo podía llevar o un rifle descargado o una cámara fotográfica (recordaba a veces, cuando pensaba en Moragaux, algunos locos que persiguen en sus autos los tornados y los huracanes, para ubicarse en el centro de estos, como convencidos de que verían algo, donde no lo hay, o quizás si lo hay pero no lo hemos conseguido comprender… también me recuerda la ocasión en que le dijo a una chica que la felicidad era como un poema de Rimbaud, creo que lo recito en francés, aunque no, no hubiera hecho eso, no es su estilo. En fin, la chica dulcemente le dijo que esa era la felicidad para Rimbaud y no para el. Moragaux, con sus ojos pequeños y una sonrisa lánguida, le dijo que si, que esa era al felicidad para Rimbaud y que quizás por eso era la felicidad para el; que para el, Moragaux, era como decir que en la felicidad era esa belleza infinita que invade el alma cuado se encuentra algo bello y que llega, por necesidad, de manera extraña; que para Moragaux, aunque puede que me equivoque, pues la verdad no lo conozco tan bien como creen, era casi lo mismo que decir que Rimbaud era un pendejo rabioso que le importaba muy poco, por que estaba feliz, pues por que la felicidad para el era ella, la extraña coincidencia de tenerla delante de el, y poder contemplar las maravillosas pecas que cubrían sus mejillas y su nariz).

Era un cazador extraño, pero era un cazador, y como ya dije, un cazador solitario y ansioso.

De su familia sus amigos sabían poco, incluso de el sus amigos sabían poco, cosas que solo revelaba, a medias, o veladamente, o friccionadamente, entre las líneas de una escritura de a tiempos barroca, de a tiempos hermética, pero cubierta por un extraño polvo, opaco, aunque dulce, de tristeza, o mas bien, de nostalgia.

Quizás esto fue así por que Moragaux era como todo el mundo. Y la escritura es algo vedado para la mayoría de los mortales, algo secreto, exclusivo, solo para iniciados. Moragaux, como todo el mundo, sufrió, como todo el mundo, hizo sufrir (aunque quizás de lo primera, su dosis fue, un poco, pero solo un poco, mayor que la de todo el mundo)

Sentía una verdadera emoción frente a cada nueva mujer le parecía que cada una poseía (poesía…) algo único e irremplazable, una promesa secreta que el no podía ni romper, ni ignorar, ni perder.

2) Purgatorio: frió y silencio bajo una estructura metálica amarilla

“Que nunca el canto se parezca a nada, ni a un hombre, ni a un alma, ni a un canto”

Ese sábado estaba mas frió y el tabaco peor (su cigarro, y no cigarrillo, de tabaco criollo, es decir tabaco amargo, negro y, por sobre todo, económico, estaba mas insufrible que de costumbre… me matara mas rápido, pensaba Moragaux, para tranquilizarse y pasar la espesa capa de humo, semejante a petróleo crudo, por su garganta…)

Tenia, ceo, la certeza de que ese día por su complejidad había sido rodado, sin su consentimiento, en blanco y negro, y puesto como parte del montaje de una película de la cual el no tenía la culpa, ni el guión, ni la dirección, siquiera la mera noción de su trama, siquiera el pequeño recorte de critica del diario con toda su inexactitud (aunque, algunos que lo conocemos hace algún tiempo, sabemos que no es rara esa sensación en el, por decirlo de alguna forma, ese estadio suele “invadirlo”, cuando pasan pequeña cosas, o cosas grandes, como aquella ves en que se encontraba bajo una estructura amarilla, enorme y metálica, frente al Teatro San Martín y el esperaba una niña con una constelación dibujada en el rostro… ahora que recuerdo el me contó una ves que el mundo suele ser así, que para el es algo tan natural como la fuerza que hace girar el planeta entorno al sol o en realidad dijo “La seducción es el motor de la historia/ La seducción es el motor de la histeria/ La histeria es propia risa de un útero / Y la historia es siempre una mujer y una pistola cargada”, y yo simplemente entendí otra cosa; como que para el mundo suele ser así, que para el es algo tan natural como la fuerza que hace girar, en realidad ya no lo recuerdo…) fue entonces cuando me fui y lo deje esperando solo, como el me pidió.

Cuando me aleje vi que prendía el tercero de sus cigarros…

Era en Buenos Aires, frente al teatro san martín

Invierno

Frió

19:00 horas

Ella no llegaba…

3) Paraíso: … La Parte de Moragaux

“…aprendí mucho en mi vida/ en los libros/ y fuera de ellos…” William C. Williams

19:10… ella llega.

(Película, cena, café, charla…)

23:30… - que tienes escrito en la mano? Pregunto


- algo de lo que no me tengo que olvidar, respondí… fue una linda noche, segura que no quieres venir?

- Si, estoy cansada

- Tienes ojitos de sueño

Nos subimos al taxi…la mire hablar, también mire sus ojitos de sueño y su pecas, y pensé, y mas que pensé sentí un deseo enorme de decirle “Vera. Usted esta por liberarse de mi, lo cual es una suerte: la envidio”, o bien “Si tienes ganas de hablar, llámame”, o bien algo gracioso como “hubiera preferido romperme una pierna en ves de ver la peli que vimos jajajaja” o inclusive algo profundo y reflexivo como “El mudo del poeta depende el mundo que ah contemplado”, pero no dije nada.

La mire hablar, también mire sus ojitos de sueño y su pecas, y pensé, y mas que pensé sentí que caminaba por los senderos, y soñador, sin hablar, y un amor infinito invadió mi alma, y partí, en compañía de una mujer…luego pensé que claro, eso en realidad era un poema de Rimbaud, pero que era como decir, de verdad, que esa era la felicidad, esa mía y de Rimbaud, belleza infinita que invade el alma cuado se encuentra algo bello y que llega, por necesidad, de manera extraña; que para mi, era casi lo mismo que decir que Rimbaud era un pendejo rabioso que en ese instante siquiera existía, o importaba muy poco, por que yo estaba feliz, pues por que la felicidad para mi era ella, la extraña coincidencia de tenerla junto a mi en un taxi, y poder mirarla hablar, ver sus ojitos de sueño y las maravillosas pecas que cubrían sus mejillas y su nariz

Al bajar del taxi mire mi mano y leí la consigna que me había escrito, para no olvidar, de W. Stevens: “La poesía es una fuerza destructiva”… y camine por la noche, solo.

8 comentarios:

Ka_Ka dijo...

“O segredo do êxito é a honestidade. Se puderes evitá-la, consegues lá chegar.”
Groucho Marx

Unknown dijo...

vos y yo nos vamos a entender

http://fotolog.com/hornoparabollos

Unknown dijo...

vos mrialo haceme caso

Unknown dijo...

hay demasiado cigarrillo en tu blog
me pongo al leer lo que me pasaste

Anita dijo...

Me gusta lo que usted escribe.

Este relato es genial! Realmente muy muy bueno.

Moragaux, lo voy a sumar a los nadadores olímpicos que visito cada día.

Besos!

Satamarina dijo...

no sabe cómo entiendo algunas cosas...

la pasión...si pudiera conservarla adentro, para adentro, (en soledad) sería tanto más fácil todo.

el relato de la chica pecas me pareció muy bueno amigo. Lindo leerlo.

salutti

Daniel O. Requelme dijo...

La seduccion es el motor de la histeria…
Bravo Moraga (ux). Muy original su escrito. Es cierto la historia trata de mujer y de pistolas. Cierto!
Lo felicito. Un gusto saber de Ud.
Daniel Requelme – Córdoba – R. Argentina

Daniel O. Requelme



www.danielrequelme.com.ar

Daniel O. Requelme dijo...

“el mundo del poeta depende del mundo contemplado…” ciert. Nadie puede sustraerse a su ideaologia. Chau.
Daniel Requelme – Córdoba – R. Argentina


Daniel O. Requelme


www.danielrequelme.com.ar