miércoles, 6 de junio de 2007

Nosotros dos aun… cuatro breves inmolaciones o sobre algunas compañeras de ruta (como el fuego, que camina conmigo…)


3) Dalila o el fin de un verano apresurado

“Escribí: fui la víctima
de la mendicidad y el orgullo mezclados
y ajusticié también a unos pocos lectores;
tendía la mano en puertas que nunca, nunca he visto;
una muchacha cayó, en otro mundo, a mis pies.”
Enrique Lihn

Prologo:
La vida de los que eligen el oficio de escribir es más bien complicada, por decir lo menos, la muerte, la melancolía (una forma de muerte en vida), la locura o la violencia (una forma viva de la muerte), son pan de cada día, o propina, o sueldo, o crédito quizás, en la dieta de la escritura. Pero hay un negocio, un intercambio extraño, desigual y combinado, pero del cual surge, solo un poco, de esa materia oscura que son las palabras, como petróleo, sangre negra precámbrica e inflamable de muertos milenarios, de materia antigua.
Son misteriosas formas de salvación que se encuentran entre las letras, escondidas.
Extrañas formas de salvación, mas allá de la carne, mas allá del papel impreso también, donde la muerte no tiene dominio, debajo del ojo del lector, que sin miedos e asoma en ese áspero abismo que escriben manos que ya no son manos, sino cúmulos de huesos o con suerte floreciente materia que se pudre, que se descompone dando paso a formas distintas… como los dinosaurios, sangre negra precámbrica e inflamable, oscuro petróleo para los faroles de otras vidas.

” (…) Donde alentó una flor, otra flor tal vez nunca
levante su cabeza a los embates de la lluvia;
y aunque ellos estén locos y totalmente muertos
su cabezas martillearán en las margaritas;
irrumpirán al sol hasta que el sol sucumba,
y la muerte no tendrá dominio.”
(Dylan Thomas)
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Baudelaire, un anciano gastado que muere pobre, víctima de la sífilis y herido por la afasia. Antes de la llegada de la Parca no puede hablar, no puede escribir, la enfermedad lo hiere donde más le duele. Rimbaud agoniza en el norte de África, traficando armas, con sus piernas amputadas, el, que había sido llamado “el hombre con los pies de viento.”, Rilke, muere envenenado por la herida causada por una de las rosas que cuidaba, Verhaeren muere aplastado por una locomotora similar a las que había exaltado, Whitman, el magnífico poeta vagabundo, muere postrado por al parálisis.
Goethe al asomarse a la oscuridad del fin, la ultima oscuridad, gritaba por luz, por mas luz, Lezama Lima, el poeta modernista cubano, muere vestido como un dandy, el que siempre fue un perdedor, conservando un cigarrillo encendido entre los dedos, John Donne pide que lo lleven a un balcón para que su público vea como muere dignamente un cristiano y un poeta, Nerval, que se suicida en la calle donde ambiento algunos de sus cuentos más bellos.
Dylan Thomas, que muere de un colapso hepático tras beber 40 vasos seguidos de whisky, a la entrada de una iglesia en Gales. Jack Kerouak también muere con el hígado explotado por el alcohol. Bolaño también muere sin hígado, son emuladores de Prometeo, desencadenados y ardientes, encadenados a ellos mismos y a un oficio. William Burroughs se salva, pero su mujer cae en combate en el fugo cruzado de la heroína y de un rifle… ella también murió. Fue una muerte menos gloriosa, menos heroica, menso épica. Fu una muerte como ella, como confeccionada a su medida. Mínima. Discreta.

Mientras, yo solo leo (hay veces en que también escribo), solo leo. Solo. Me entrego a recordar sus vidas, solo un poco, a visitar sus mansiones olvidadas, llenas de polvo, solo un poco, como un niño en casas abandonadas y llenas de fantasmas. Caminar mis propios senderos sin destino, solo un poco. Solo. “Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos”
(F. de Quevedo)

También pienso en ella.

Recuerdo a esa otra niña, y es qué decir mujer seria un exceso, un acto barroco e inútil, lleno de crueldad innecesaria, nombre de peluquera tenia. Dalila.
Hebrea ella. Baja y vestida de negro, como en un ataúd de tela, anteojos gruesos, sonrisa breve, caminaba con los pasos que daban las bestias y era la bestia que hablaba con furia y verdad iluminada por una lengua de fuego, su charla era de proporciones bíblicas (cuando hablaba)…. Toda la ciencia y todas las artes, y todo lo leído y lo escrito cabía dentro de ese pequeño cuerpo, cabía dentro del espacio que hacíamos en los cafés, en las oscuras esquinas donde siempre nos escondíamos. No. Esconder no es la palabra correcta (sé que no es la palabra). Ella, como el infinito, jamás se ocultaba, no hubiera podido hacerlo; hasta el día que la oculto la tierra dentro de ella y los gusanos y las cepas y las criaturas de la ciénaga vital hicieron de su cuerpo, breve, blanco y blando, su festín.

Veinte años tenía Dalila. Y veinte años no es nada, para que dentro de ella los gusanos y las cepas y las criaturas de la ciénaga vital hicieron de su cuerpo, breve, blanco y blando, su festín. Los cementerios son sus ciudades, nuestros cuerpos olvidados, sus catedrales…

Ella, que partió a Israel con una jugosa beca a buscar palabras secretas entre secretos libros con sus ojos serenos, su enanes de baja estatura, propia de una mujer de tan altas ideas, como venenito en frasco chiquito, venía a este mundo de las letras condenada a una muerte rápida y pronta tan pronta en este relato pero más pronta en la triste vida… la literatura es como una puta tierna, tendida y pringada, de piernas abiertas que espera a sus amantes para infectarlos de muerte, melancolía. Pero ellos, clientes de pro vida, o mas bien adictos, no se niegan nunca, ni ella tampoco, el intercambio infeccioso de su muerte.

Tenía su apellido tan lleno ges, de eses, de erres, de enes, un nombre tan de filosofa, tan de antología. Partió hacia su tierra prometida, partió y termino partiéndose, termino..., También me acuerdo de ...Como termino: con los sesos desparramados en su suelo de los lamentos. Choque de auto.

Choque de auto

Yo me entere un jueves,
A las doce del día.
Sin embargo... sin embargo.... Sin embargo aquí estoy cuidando tu sueño como un tigre rojo o un soldado de basalto de centinela en las avanzadas del mundo.

Tu cuerpo descansa entre mis libros y cada una de mis ideas, porque fuiste tu la que me enseño a cantar “La Internacional” y la violencia que esconden las palabras como secretos tesoros. Tu fuiste partera de la violencia y de la muerte y la muerte agradecida te llevo con ella, por que ella es una mujer impaciente y alcohólica y tan puta como la literatura, ellas dos y su afrancesada danza macabra:

“Zig et zig et zig, quelle sarabande!
Quels cercles de morts se donnant la main!
Zig et zig et zag, on voit dans la bande
Le roi gambader auprÿs du vilain!
Mais psit! tout ÿ coup on quitte la ronde,
On se pousse, on fuit, le coq a chantÿ
Oh! La belle nuit pour le pauvre monde!
Et vive la mort et l'ÿgalitÿ!”
(Cazaliz)

Tu eres un río enorme de alegría que se me escurre entre las manos de la memoria, injusta la vida que nos deja sufrir tanto y por tanto , que nos llena de escenas dignas de películas; luego luego nos arranca la carne de apoco, lo que amamos, de a mordiscos… que es como decir “Bajo el celeste pavor y delira por la única estrella/ el cántico del ruiseñor” que es como decir, muchachos, les dije, que veía los esfuerzos y los sueños, todos confundidos en un mismo fracaso, y que ese fracaso se llamaba alegría.” (Bolaño)

Quedaran claveles y huesos para mi ¿Cómo no? Si la muerte me amamanto a mí tanto tiempo con su pecho dulce y firme como una gran madre negra…. Y viene de noche atentarme con un festín de dulces recuerdos, nunca podré negar que el camino que recorriste (ni menos el que yo he recorrido) fueron bellos, pero de una belleza (y también, por que no decirlo, una alegría…) que se esparce despacio y se aprecia todavía mas lento, como manchas de aceite sobre el papel.

Sin embargo, los gusanos y las cepas y las criaturas de la ciénaga vital hicieron de su cuerpo, breve, blanco y blando, su festín. Los cementerios son sus ciudades, nuestros cuerpos olvidados, sus catedrales… y tengo que limpiarme como un campo arrasado por el fuego cuando, así como ahora, no termina ni el tabaco ni la tinta, y tejer de nuevo, despacio, con paciencia y una estrategia arácnida, nuevas pieles en el corazón despellejado, obrara como una Penélope inagotable esperando lo bello.
La belleza, como la enfermedad, ese veneno, me condenan.

“Yo que he sabido verte entre las cosas esenciales
Me enojé cuando pronunciaron tu nombre
en lugares comunes.
Quisiera que las frías olas fluyeran sobre mi mente,
Y que el mundo se secara como una hoja muerta,
O como una semilla de diente de león que fuera arrasada,
Así tal vez pueda hallarte de nuevo,
Sola.”
(E. Pound)

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